1

Escucha sin juzgar
Deja que hable. No minimices ni des consejos rápidos. Solo estar ahí, escuchar de forma atenta y sin prejuicios, ya es una intervención poderosa.
2

Toma en serio lo que dice
Nunca pienses que “solo lo dice por llamar la atención”. Toda expresión de sufrimiento debe ser atendida con respeto.
3

Haz preguntas claras y directas
Preguntar no incita al suicidio. Puedes decir: ¿Estás pensando en quitarte la vida? ¿Has pensado en cómo lo harías?
Saber si tiene un plan te ayudará a valorar el riesgo.
4

Transmite calma, pero no restes importancia
Usa un tono tranquilo. Evita frases como: “No digas tonterías” o “Piensa en todo lo bueno que tienes”. No ayudan y pueden hacer que se cierre.
5

No prometas confidencialidad si hay riesgo vital
Aunque la relación de confianza es clave, si percibes riesgo real, debes actuar. “Te lo agradezco mucho por contármelo. Quiero ayudarte y por eso vamos a buscar más apoyo.”
6

Acompaña, no dirijas
Ofrece presencia, no control. Pregunta qué necesita, qué le ha ayudado antes, qué personas de su entorno podrían estar presentes.
7

Explora redes de apoyo
Familia, amistades, centros de salud, recursos comunitarios. Involucrar a alguien de confianza puede ser un factor protector inmediato.
8

Activa los recursos adecuados
Si hay riesgo inminente, llama a emergencias (112). También puedes orientar a servicios como la línea de atención a la conducta suicida (024) o cita con su médico o psicólogo/a de referencia.
9

Evita dramatizar o mostrar shock
Aunque lo que diga te impacte, intenta mantener la serenidad. Reacciones exageradas pueden hacer que la persona se retraiga o se sienta incomprendida. Transmitir estabilidad emocional genera seguridad.
10

Valida su sufrimiento sin reforzar la idea del suicidio como salida
Puedes decir frases como: “Lo que estás sintiendo debe ser muy duro. No estás solo/a. Vamos a buscar ayuda juntos.” Así reconoces el malestar sin reforzar la desesperanza.